Las tensiones del reportaje

“Me encontraba desorientado en medio de un puente, no sabía de qué lado venía ni a cual me dirigía. Me desesperé mirando hacia adelante y hacia atrás, hasta que turbado miré a un lado, y descubrí el río que cruzaba bajo mis pies. Pude apreciar su encanto desde el mejor lugar posible, el de la serenidad que da el no estar seguro de un origen ni de un destino.”

Ya he comentado que el buen reportaje apenas debe servirse de experiencias adquiridas. Tampoco hay conceptos absolutos a los que asirse. La fuerza que nos permite avanzar la proporciona la tensión agónica entre dos criterios opuestos. Si nos acercamos a un extremo más tirará de nosotros el contrario.

Si queremos empaparnos de la historia involucrándonos en ella, la distancia objetiva para comprenderla deberá torturarnos para arrancarnos de tan cómodos brazos. Pero si queremos aislarnos y alejarnos del centro de la historia en busca de la objetividad, el alma de los personajes, con sus aristas y dobleces, pasarán desapercibidos relegándonos a la ignorancia.

Si buscamos una narración dulce, emotiva y sentimental, la más dura realidad deberá golpear nuestra puerta reclamándonos más lealtad, pero si por el contrario buscamos ser fieles a la realidad y nos entregamos a un tratamiento seco y árido, podremos cerrar los caminos del sentimiento hacia la comprensión de nuestro reportaje

Si tomamos partido por una parte de la historia, debemos abrir más nuestros oídos a la contraria, pero sin tropezar con ese espacio tan especulativo y demagógico como injusto, que es la equidistancia, terreno aséptico donde nace la tibieza y la mediocridad.

“Y habiendo admirado el río ya no me preocupó al lado donde debía dirigirme, cualquier sentido sería bueno si lo que busco son nuevos puentes y nuevos ríos.”

Comentarios

  1. Celebro haber llegado a tu página y me congratulo además de que este nuestro oficio, desarrollado siempre entre lo urgente y lo precario, no nos impida ir un paso más allá del día a día. En estos tiempos en que la teoría goza de escaso aprecio, tu ejercicio me resulta meritorio y estimulante, diría incluso necesario, si no fuera porque pienso que todo es perfectamente prescindible.
    La historia del reportaje desde 1896 (entiendo que te ha bailado un 9 en la fecha)creo que es curiosa, significativa y seguramente arbitraria, y en ella queda claro una particular mirada (la tuya) hacia la realidad, donde brilla lo que podríamos llamar el pesimismo de la inteligencia. Cuando citas a Jean Breschand comprendo perfectamente el motivo de tu desazón, pero hay yo podría decir que quizá no sea todo tan claro y que quizá la urgencia y cierta indigencia del reportaje es también su más alto valor. Por decirlo provocativamente, tal vez cupiera apuntar que el reportaje es lo vivo, frente al documental que es lo embalsamado.
    Y me quedo con un párrafo que suscribo como propio: "Cuando abordamos un nuevo tema somos intrusos que llegamos vacíos de equipaje donde no nos han llamado. No nos sirven anteriores experiencias. No hay un sendero marcado, no hay una estrategia previa que podamos aplicar, somos huérfanos de un oficio que no nos surte ni de rutinas, ni de habilidades, ni de destrezas. Es la experiencia personal que adquirimos por la experiencia profesional que se nos niega". Me hubiera gustado decirlo tan bien, pero refleja justamente la sensación, o eso me parece, de cualquier ejecutante de este oficio, no del todo gratificante, no del todo repudiable.
    Creo que estaría muy bien abrir esta reflexión a más lectores, darle vuelo al blog. Te lo digo de corazón, y no diré má´s.
    JUAN ANTONIO TIRADO

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  2. FE DE ERRATAS: ¡Ay, que dije hay donde quise decir ahí". "...pero hay yo podría decir que quizá no sea todo tan claro". JAT

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