Un poco de historia

1896, casi un centenar de camarógrafos de Lumière recorren el mundo: “El mercado de pescado de Marsella”, “Carga de los lanceros austríacos”, “Carreras de Melbourne”, “Escenas con góndola en Venecia” son sólo unas cuantas de las, aproximadamente, 750 filmaciones que realizan. En Noviembre del mismo año, después de plasmar en película la ceremonia de coronación del Zar Nicolás II, una multitud de 700.000 rusos se agolpan para recibir al hijo de Alejandro III, y recibir también la comida con la que se solía compensar a la muchedumbre en tales fastos. En una avalancha mueren más de 2000 personas. La cámara de los Lumière estaba allí, pero el artilugio fue confiscado, la película probablemente destruida y su operador detenido junto con otros testigos occidentales. En la prensa rusa no apareció ni una palabra de lo sucedido. Mal augurio para el reinado del Zar Romanov, y malo también para el oficio de camarógrafo.

1898, guerra entre España y Estados Unidos. 750 soldados españoles defienden la colina de San Juan en Cuba contra 15.000 combatientes norteamericanos en uno de los episodios más sangrientos del conflicto. Un fogoso coronel comanda un regimiento de voluntarios que participa activamente en el envite. No duda en detener la marcha de la tropa y hacer más vigorosas sus órdenes de mando ante la cámara de la productora Vitagraph. Era Theodore Roosevelt que en 1901 fue elegido el 26º presidente de los Estados Unidos. Durante sus discursos siempre supo como actuar delante de una cámara. Otro mal augurio.

1922, después de cuatro años montando imágenes de archivo sobre la revolución para el gobierno ruso, Dziga Vertov sale a la calle a rodar su serie kino-pravda. Vertov escribe: “Soy un ojo fílmico, soy una máquina que os muestra el mundo sólo como yo puedo verlo”. No es mecanicismo, es reporterismo, lo importante es el documento y su inmediatez. Pero a la vez que descubre un nuevo mundo, Lenin, y sobre todo Stalin, descubren, así mismo, la necesidad de controlarlo. El reporterismo involuciona hacia la hagiografía y la leyenda.

1934, “El hombre de Aran”, de Robert J. Flaherty, autor del exitoso “Nanook el esquimal”, obtiene el primer premio en el festival de Venecia. Un magnífico documental sobre la inhóspita vida de los habitantes de las islas Aran. Trabajo profundamente criticado por John Grierson y sus seguidores que creen en un documental más cercano y comprometido, tanto social como políticamente. En contrapartida, se aprecian síntomas de utilitarismo, el fin puede justificar los medios.

1945, los estados combatientes en la segunda guerra mundial han reclutado y movilizado a casi todos los cineastas para satisfacer sus políticas de información y propaganda. Aprovechando la retirada de las tropas japonesas, Sukarno proclama la independencia de Indonesia de la metrópoli holandesa. Lo quiere documentar tal y como sucede Joris Ivens, pero los gobiernos aliados, sobre todo Holanda, Gran Bretaña y Australia, lo impiden. A pesar de todo, el documental “Llamamiento de Indonesia” tiene gran repercusión. El poder quiere perpetuar el control absoluto ejercido durante la guerra sobre los cineastas aunque ellos intenten zafarse. Aún así los gobiernos y documentalistas trabajan para mostrar los horrores de la guerra. Interminables colas se forman delante de los cines de la destruida Europa. Todos quieren saber.

1953, tres capítulos de la serie de documentales para la CBS “Véalo ahora” dirigida y presentada por Edward P. Murrow consiguen derribar al senador McCarthy, aunque no así a su política de “Caza de brujas”. Se confirma la televisión como un medio de gran influencia. Muchas empresas privadas quieren patrocinar espacios, pero, por supuesto, huyen de toda polémica, prefieren programas de entretenimiento más insustanciales.

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